Carta de un refugiado: AlaaEddin Rebai

Hace unos pocos años, yo estaba viviendo una vida normal y feliz con mi familia en nuestro hogar en el Rif de Damasco (Ghouta Oriental) y llevaba a cabo todo tipo actividad normal: ir a la universidad, aprender, pasear, trabajar, etc.

Tenía una familia maravillosa y éramos realmente felices. Hasta que empezó la guerra en Siria y se extendió el caos, a pesar de que el caos no fuera en todos los lugares de Siria; pero según las zonas de conflicto. Tuve mala suerte porque vivía en uno de los puntos calientes más cargados.
Intenté con mi familia mudarme a otra zona alejada fuera del Rif. Sin embargo, el sistema nos impedía alquilar la casa porque teníamos una tarjeta sospechosa del Rif de Damasco. Era mi destino quedarme atascado ahí a pesar de que era un lugar peligroso. Pero mi situación era la misma que la de muchas otras familias que se quedaron atrapadas ahí y no podían desplazarse. 

Tras un período de tiempo, me trasladé a una región restringida. Nadie ni nada podía entrar o salir de ella, incluso se impedía la entrada de comida y bebida. O como solíamos decir nosotros, se impedía la introducción hasta de un grano de arroz. Había una interrupción total del agua y de la electricidad, también en los medios de comunicación y de transporte, y todo lo referente a las necesidades básicas para la vida. Había una falta de protección y seguridad, y una sensación de miedo constante.  Con la proliferación de casos de muertes no naturales como consecuencia de atentados sangrientos y con misiles contra ciudades y pueblos de Ghouta Oriental.

El bloqueo continúa hasta hoy desde hace cuatro años. Después de un año del comienzo del bloqueo, se acabó toda la comida que había en la ciudad y empezamos a comer de las hierbas que había en la tierra. Muy pocos de nosotros, los sirios, sabíamos lo que estaba pasando en el Rif de Damasco o en las zonas asediadas, debido a la interrupción de las comunicaciones.

Se han excedido todas las líneas rojas respecto a los bombardeos, los misiles y las armas químicas prohibidas internacionalmente.Se han excedido todas las líneas rojas respecto a los bombardeos, los misiles y las armas químicas prohibidas internacionalmente. Ahí estaba yo cuando fueron enterrados 1500 niños en fosas comunes a causa de las armas químicas, estaba trabajando como profesor de física en el colegio “‘Ayn tarma”. La tristeza inundó mi corazón por aquellos niños, ellos solamente deseaban poder salir de esa región por el horror que vivían, no querían viajar a Europa a causa de la pobreza, como la gente que aquí veis; esta era nuestra realidad. 

Ahí estaba yo cuando fueron enterrados 1500 niños en fosas comunes a causa de las armas químicasPero mi propia historia, de entre todas aquellas personas, comenzó en los primeros días de la Conferencia de Ginebra. Estaba en nuestra casa junto a mi madre y mi hermano pequeño de diez años; nuestro piso se encontraba en la segunda planta del edificio. Mi hermano oyó el ruido del avión de combate, y saltó al regazo de mi madre atemorizado. Vi un enorme miedo en sus ojos, no he podido olvidar su rostro aterrorizado. No volví a escuchar el ruido del avión, ni escuché el ruido de la explosión, solamente sentí el hundimiento de la casa, y el desmoronamiento de todo el edificio sobre nosotros. 

Me encontré bajo los escombros atrapado. Al principio, no entendía nada, pero poco a poco entendí que había pasado. Pensé que me quedaría ahí poco tiempo hasta morir, pero se extendió mi dolor y sufrimiento. Empecé a desear morirme en ese instante por el gran dolor que sentía. No podía moverme, y ahí fue cuando empecé a pedirle a Dios que muriera rápido para que se acabara mi sufrimiento. Recordé mi hermano pequeño, mi madre y sus hermanas. Traté de acercarme a ellos, pero sentí un dolor insoportable que me impidió moverme de mi sitio. Oí la voz de mi hermano gritando y llorando, también pude oír las voces de las personas que estaban alrededor de los escombros de la casa. Empecé a gritar para que la gente supiera dónde nos encontrábamos. Uno de ellos pudo conocer mi localización gracias a mis gritos, y empezaron a escavar entre los escombros hasta que pude salir vivo, pero habían muerto todos los miembros de mi familia. 

Sentía un enorme dolor pero no podía ir a que me viera un médico porque me encontraba en un lugar sitiado.Sentía un enorme dolor pero no podía ir a que me viera un médico porque me encontraba en un lugar sitiado. Tras numerosos intentos, peligrando nuevamente con mi vida, logré salir del cerco e ir a Damasco donde me reencontré con mis compañeros de universidad y allegados. Ellos me dijeron que me habían visto en la televisión y en diferentes canales de Youtube cuando estaban rescatándome de debajo los escombros de mi casa. En ese momento empecé a sentirme muy angustiado y con mucho miedo; por ello, no pude continuar mis estudios universitarios ni mucho menos ir al médico, por razones de seguridad. 

Y después de todo esto, tenía que ir a servir al ejército. Ayudar y combatir con el ejército y los soldados, esos mismos que habían matado a toda mi familia. La muerte era más fácil para mí que el ir a trabajar con aquellos que me despojaron de mi familia.

Tuve que escapar y salir de Siria hacia Turquía. Y aquí estoy, atrapado, sin saber qué me sucederá ni qué será de mí. 

Traducción: Dina Harrak